Resumen
"Arte, técnica y Mujeres Artistas Visuales de Concepción: Producción de una Archivo Audiovisual y Actividades de Mediación" es un proyecto de investigación, y posterior difusión, que busca intervenir un discurso historiográfico de las artes visuales penquistas que reseña, fundamentalmente, referentes masculinos. Tiene, entonces, como objetivo incorporar la variable del género como lectura crítica vía la producción de un archivo digital que sitúe – a través del registro audiovisual de una entrevista - el trabajo y los procesos reflexivos de obra de un grupo inicial de 16 artistas visuales que incluyen pintura, grabado, fotografía y nuevos medios. Como equipo de trabajo, abordamos la escena de las artes visuales penquistas considerando su genealogía, es decir, la forma en que ha sido narrada. En ello, percibimos la necesidad de incorporar la variable crítica y reflexiva del género. Previo a esta propuesta investigativa no hay o no se han dado cuenta editorialmente de gestos curatoriales ni de publicaciones de especialidad que permitan lanzar una mirada a la escena penquista desde dichas perspectivas (género y feminismos críticos), hoy fundamental en todo ejercicio crítico del arte. Por ello, partimos de la hipótesis que considera la construcción y producción de este archivo como un gesto concreto de interpelación a un relato historiográfico del arte penquista pero, también, como dispositivo de mediación de la escena artística local con las diversas comunidades de nuestro territorio.
De las Narrativas
La historiadora feminista Joan Scott, en su artículo "El género: una categoría útil para el análisis histórico", reseña crudamente los impactos que tiene en la disciplina historiográfica la invisibilización de ciertas subjetividades y experiencias que interpelan el ordenamiento global del relato moderno. Dice que los y las sujetos existen cuando son nombrados y ese nombre lo otorga un discurso que los ubica en jerarquías, que los incluye o los excluye. Frente a este ordenamiento discursivo, que afecta sin duda al campo de las artes, siempre han existido voces disidentes que han intentado subvertir estas lógicas, sobre todo desde el activismo. A partir de los años sesenta, por ejemplo, las mujeres artistas, junto a los/las afrodescendientes como sujetos/as carentes de poder enunciativo -sobre todo en Estados Unidos, pero que se extrapola a Latinoamérica en su carácter de reproductor colonial- iban a hacer visible que el museo, pese a su pretendida universalidad, es en realidad una institución burguesa, creada por y para un sujeto histórico masculino, de raza blanca, propietario, y que se reconoce a sí mismo, precisamente, en la llamada alta cultura. Pese a los esfuerzos, y como reseñan las activistas del arte Guerrilla Girls, a partir de ese momento el escenario para las artistas iba a ser cada vez más tenso.
Si bien, en la actualidad, pocas galerías iniciarían procesos curatoriales o exhibiciones sin el aporte de mujeres, las cifras, sobre todo en Latinoamérica y Chile, son precarias, sobre todo en lo que a políticas de adquisición se refiere. Según datos entregados por Gloria Cortés, curadora del Museo de Bellas Artes, una buena parte de la obra de artistas mujeres que la institución adquiere es por vía de la donación -no compra-de las mismas. Esta situación es grave por dos motivos. Primero, en términos materiales y económicos que afectan directamente en el quehacer de las artistas. Segundo, porque impacta en la producción de conocimiento acerca de las prácticas artísticas de mujeres artistas, sobre todo en términos de estudio de su obra y circulación de la misma. Esto es parte de un engranaje que -anclado en un relato patriarcal -naturaliza algunas dinámicas que afectan la práctica de las artistas e impactan, por ejemplo, en los programas de formación de las instituciones universitarias que imparten carreras ligadas a las artes visuales. Se trata de programas o mallas académicas donde, la mayoría, se sostiene en una percepción del arte universal donde los referentes reseñados como clásicos son fundamentalmente varones. Al respecto, textos como “Crítica feminista en la teoría e historia del arte”, de las compiladoras mexicanas Karen Cordero Reiman e Inda Sáenz, reseñan una serie de trabajos que indagan en esa línea y es documento fundamental para nosotros.
Sin duda, desde la Región del Bío Bío esperamos articularnos en red con estas iniciativas que persiguen establecer, como RAV, un balance de las historias. En los museos que dependen de la Dibam, la incorporación del enfoque de género desde esta u otras plataformas de reflexión y visibilización han estado focalizadas a re-situar las experiencias de la mujer como sujetos históricos. Si bien estos espacios de reflexión y perspectivas críticas dentro de las artes visuales no son pan de cada día, pese a los esfuerzos, siempre hay puntos de fuga que generan referentes como la exhibición “Ecuaciones de Género” de la artista Katia Sepúlveda en el Museo de Bellas Artes (Mall Plaza del Trébol, Talcahuano) entre los días 7 de octubre al 10 de noviembre del año 2013. Sepúlveda proyecta en una de las paredes de la sala el Manifiesto para la insurrección transfeminista como antesala de las instalaciones en videoarte donde desde lo postporno fue posible problematizar los conflictos de raza y género en las sociedades latinoamericanas y su relación con el continente europeo. Consideramos esta instancia, si bien la artista no es de Concepción, un hito dentro de la escena local en tanto no sólo se problematiza el eje arte/género sino que Sepúlveda instala un diálogo desde los impactos que los feminismos críticos tienen en la práctica artística.
De La Historiografía De Las Artes Visuales Penquistas.
La genealogía histórica de las artes visuales penquistas ha sido hilvanada por el trabajo y aporte de colectivos y artistas que han situado la práctica dentro de un mapa cultural de importancia en el circuito nacional. Pese a ello, la escasa sistematicidad o, de plano, la carencia de una mirada editorial de dichos procesos y contextos (publicaciones y lecturas críticas) ha prevalecido en la escena de las artes visuales de Concepción. Esta situación se hizo aún más evidente con la publicación de “La puesta a prueba de lo común. Una aproximación a los discontinuos trazos de la dimensión colectiva en el arte contemporáneo penquista” (2014), de Cristián Muñoz y David Romero. Ésta iniciativa, junto a la que actualmente están realizando las investigadoras Leslie Fernández, Claudia Ortiz y Carolina Lara, “Artes visuales en Concepción, 1972-1990. Aportes desde lo local a la escena artística nacional”, vienen a “hacerse cargo” de generar lecturas críticas desde el gesto teórico e historiográfico de los últimos 40 años de la escena penquista. Ambas investigaciones, tremendamente importantes, sin embargo, no establecen la variable del género como pulsión de una dimensión crítica del arte. Pese a ello, sin duda, cartografían una escena que comienza a pensarse desde su dimensión territorial, política e identitariamente.
Antecedentes a estas investigaciones historiográficas no hay. Salvo algunos gestos editoriales de carácter descriptivo y de circulación en revistas digitales, pero que podrían funcionar como referentes para esta propuesta. De todas maneras, hay cierta unanimidad en considerar que el texto “Pintores Contemporáneos de Concepción”, editado por Vicente Rojas, Jaime Petit y Oscar Barra del Grupo Grisalla, es uno de los solitarios intentos por situar historiográficamente la escena de las artes visuales penquistas. Este documento del año 1999 reseña la obra de 16 artistas entre los cuales no figura ninguna mujer. Más allá de la presencia o no de artistas mujeres dentro de estos entramados editoriales, publicaciones, artículos, críticas o curatorías que sitúen y problematicen la variable género como insumo crítico no se han editado o realizado en la comuna de Concepción. Esperamos que con el material editorial que dé cuenta del proceso y resultados de este proyecto, aportemos una arista a la reflexión crítica de las artes visuales de Concepción.
De Archivos.
El gesto del archivo no es algo fortuito en este proyecto. Mas allá de la ausencia de una materialidad o espacio físico (no ocupa más que un espacio virtual), o el desajuste aparente a una normativa archivística; RAV se presenta como un desafío y una oportunidad de problematizar y pensar críticamente que es o qué deseamos sea un archivo hoy, dentro de un escenario cooptado por una política de la memoria que confisca nuestras miradas y controla aquello que debemos o no recordar.
Nombrar esta propuesta de indagación e investigación desde la acción concreta que propone la configuración de un archivo, desde la praxis, es un punto central de este proyecto. A lo largo de la historia de las sociedades, el poder enunciativo, sobre todo en las sociedades modernas de Occidente, no ha estado (ni siquiera equitativamente) del lado de las mujeres. Por eso cuando se erige o se despliega una práctica como la literatura o las artes, éste no sólo es ejercicio literario o artístico, sino que al mismo tiempo es y se levanta como una genealogía. Las mujeres no hacen (sólo) literatura o producen (sólo) arte, sino que al hacerlo generan archivos. Cuando se construye un archivo, se crean narrativas. Relatos que a su vez generan referentes que impactan en los procesos de formación de las actuales y futuras generaciones de artistas. La construcción y producción de este archivo, las actividades de mediación/difusión del mismo, y el legado audiovisual de libre acceso es un gesto concreto que incorpora la variable del género para potenciar y desplegar elementos críticos en los habitantes de la región del Biobío e incluso del país. Es, en efecto, micropolítica.
“El archivo es arkheim: empezar, arca de origen, raíz de matriarca y patriarca. Arkheion, es el cuerpo organizado de un registro, una imagen ancestral, un registro público. Un quipu es una hebra que vuelve sobre misma creando su propia intersección”, dice la artista Cecilia Vicuña en “El quipu archivo”. Rav es un archivo invisible que pulsa y se repliega sobre sí mismo, que gira sobre una perspectiva tradicional de archivo hacia una que se piensa desde la mediación de saberes, la memoria y los afectos.
Activar un archivo como el propuesto, igualmente, tiene implicancias complejas. Tensiones innegables que le definen y proyectan como desafíos. Desde una mirada interseccional, asumimos se trata de un archivo -pese a su carácter regional- centralizado en la ciudad de Concepción, que releva las prácticas de artistas con formación universitaria y que se circunscribe, aún, a un diálogo formal con las disciplinas artísticas, diremos, validadas por el discurso occidental. Sin embargo, a partir de los modos de hacer y los procesos reflexivos de las artistas registradas, es posible comenzar a discutir acerca de esos deslindes entre arte y artesanía, la techné como práctica epistémica, las tomas de posición que hacen de un quehacer artístico un proyecto político y la renovadora forma en que, en palabras de Didi-Huberman, la imagen retoma su vocación de hacer visible, aún no sepamos o no nos hayan enseñado a mirar.